A partir del siglo XIX en post un presunto crecimiento económico y
bajo la efervescente Revolución Industrial el mundo se transformaba y comenzaba
a perfilarse un nuevo tipo de sociedad.
En la construcción de un modelo de producción y consumo basado en
el uso masivo e incontrolado de los recursos del planeta, se fueron creando
constantemente nuevas necesidades. Así las personas se alejaban de su propia
esencia y espacio natural, y tanto los saberes como las experiencias de la
generosa madre tierra se diluían, mientras se instauraba un estilo de vida
lineal, priorizando el consumo acelerado y la consigna de “usar y tirar”.
En poco tiempo, este escenario significó no sólo la
degradación y agotamiento del medio ambiente sino una realidad agobiante para
las comunidades generando innumerables problemáticas sociales: desigualdad de
oportunidades, opresiones e injusticias.
Específicamente, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, indica que el 20% de la población mundial utiliza el 80% de los recursos disponibles del globo.El nivel de consumo llegó a su tope y la tierra da señales de su sufrimiento.
¿Qué hacemos por la tierra nuestro hogar?
las principales decisoras a la hora de realizar cualquier compra que directamente les interese y también a la familia. Por eso, con nuestra elección y manera de consumir tenemos el poder impactar de manera positiva en el medio ambiente y la sociedad. Nuestra participación es clave para darle empuje a la nueva economía que redefine el mercado lineal y promueve conceptos y valores como: Consumo Responsable y ético, Comercio Justo, Producción Sostenible, Negocios Inclusivos.
Consumir con cuidado y respeto
La consigna es
empezar por casa, en el intercambio de cada cosa que compramos cuestionarnos las
condiciones laborales y de producción de quien lo hizo, conocer las materias primas y el recorrido de lo que
vamos a utilizar antes de que llegue a nuestras manos.
Desde el manejo de
la economía familiar, podemos contribuir de manera positiva con el medio
ambiente y la sociedad, al elegir productos amigables con la
naturaleza, fabricados de manera digna que generen inclusión social, al priorizar
mercados y ferias que promuevan el trabajo de emprendedores sustentables, locales,
artesanales.
En acciones
concretas, haciendo un uso racional de los recursos naturales, en cuestiones que parecen mínimas como apagar las luces que
no necesitamos o cerrar la canilla cuando nos lavamos los dientes. Clasificando los residuos en origen, priorizando materiales reutilizables.
Desde la toma de conciencia de nuestros pequeños actos fortalecemos nuestro poder trasformador para estar en armonía con la tierra y las personas, como la mejor forma de preservar la vida en el planeta.
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